Las universidades desempeñan un papel esencial en la construcción de sociedades más equitativas y en la producción de conocimiento que responde a los desafíos globales; en un contexto caracterizado por el cambio climático, la polarización social y la evolución de los mercados laborales, estas instituciones tienen la responsabilidad de formar ciudadanos críticos y comprometidos con la transformación de su entorno.

Durante el diálogo El papel de las universidades como voces de esperanza y cambio, donde intervino el doctor José Antonio De los Reyes Heredia, rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), se destacó el papel de las instituciones de educación superior para garantizar una formación académica rigurosa y fomentar el diálogo, el pensamiento reflexivo y el compromiso social.

La investigación universitaria enfrenta el reto de equilibrar la producción de conocimiento de alto impacto con su aplicación en problemas concretos, contribuyendo a la búsqueda de soluciones viables para las comunidades, señalaron en este espacio donde participaron además los doctores Alejandro Anaya Muñoz, vicerrector Académico de la Universidad Iberoamericana y Santiago García Álvarez, rector de la Universidad Panamericana.

En el evento realizado en la Universidad Iberoamericana, explicaron que, a partir de distintos modelos pedagógicos y enfoques académicos, las instituciones de educación superior se posicionan como agentes activos en la generación de alternativas para los retos contemporáneos. A través de la formación, la investigación y el diálogo, contribuyen a la creación de sociedades más conscientes, comprometidas y preparadas para afrontar los desafíos del presente y del futuro.

Al hacer uso de la palabra el Rector General de la UAM puntualizó que “las universidades desempeñan un papel fundamental en la construcción de una colectividad más equitativa y en la generación de conocimiento que contribuya a la solución de los problemas globales. En un contexto marcado por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la crisis ambiental, las instituciones de educación superior deben asumir el compromiso de formar ciudadanos críticos y responsables, así como de impulsar la investigación para encontrar soluciones sostenibles”.

La enseñanza gratuita en escuelas públicas fortalece la cohesión social y garantiza el acceso al conocimiento a diversos sectores de la población. La autonomía universitaria permite la creación de políticas académicas y científicas que respondan a las necesidades sociales, sin depender de intereses externos.

De los Reyes Heredia recordó que la UAM, desde su fundación hace 50 años, ha promovido un modelo académico que vincula docencia, investigación y cultura. “A lo largo de su historia, ha evolucionado para adaptarse a los retos contemporáneos, fomentando valores universitarios como la equidad de género, la paz y la inclusión social”.

Explicó que el papel de la cultura en la educación superior ha pasado de ser una mera conservación de tradiciones a una herramienta estratégica para el bienestar comunitario. La transformación cultural impulsada por las universidades se manifiesta en la diversidad de expresiones artísticas, el diálogo intercultural y la interacción entre disciplinas. Ejemplo de ello es la creación de programas académicos que integran arte y tecnología, promoviendo una visión integral del conocimiento.

“La investigación universitaria se enfrenta hoy a un dilema entre la producción de conocimiento de alto impacto académico y su aplicación en problemas sociales concretos. Es necesario que las casas de estudio orienten sus esfuerzos hacia investigaciones que contribuyan al desarrollo de las comunidades y ofrezcan soluciones tangibles a los problemas nacionales e internacionales”.

En conclusión, dijo, las universidades deben consolidarse como espacios de esperanza y transformación social. Mediante la educación, la investigación y la cultura, estas instituciones pueden generar cambios significativos en la sociedad y contribuir a la construcción de un futuro más justo y sostenible.

Por su parte, el doctor García Álvarez apuntó que, en tiempos de polarización global, el diálogo se ha convertido en un desafío urgente. “La falta de escucha, la imposibilidad de matizar las opiniones y la resistencia a construir colectivamente han generado divisiones profundas en las colectividades contemporáneas. En este contexto, las universidades juegan un papel esencial como espacios de encuentro y debate, donde la reflexión crítica y la apertura intelectual permiten la cimentación de consensos”.

El diálogo, lejos de ser una simple conversación, implica la disposición a reconocer el valor de la perspectiva del otro, la capacidad de ajustar y evolucionar el propio pensamiento y la defensa de principios sin caer en la descalificación. “La cultura, por su parte, es un vehículo de trascendencia y enriquecimiento del espíritu. A través del arte, la música y la literatura, la humanidad encuentra espacios de inspiración y profundidad emocional que permiten entender la complejidad del mundo”.

La apreciación de obras como las de Beethoven o Van Gogh no solo alimenta la sensibilidad estética, sino que expande la mente y la perspectiva. “La universidad, como entidad de carácter universal, debe integrar estos elementos en su formación, promoviendo una visión del conocimiento que trascienda lo meramente técnico”.

Concluyó que la universidad no solo debe ser un espacio de formación académica, sino también un motor de cambio social a través del diálogo y la cultura. “Al asumir su rol como ensanchadora del pensamiento y la convivencia, puede contribuir significativamente a la construcción de una sociedad más justa y equitativa”.

Por último, el vicerrector de la Universidad Iberoamericana aseveró que las universidades deben ser agentes de cambio capaces de formar personas comprometidas con la transformación de su entorno y la resolución de los retos sociales de cada época.

La formación universitaria debe tener un horizonte que trascienda el presente y sea pertinente para las generaciones futuras. La noción de «principio y fundamento» implica que los estudiantes se pregunten constantemente: «¿A dónde voy y para qué?» Esta reflexión debe acompañarlos no únicamente en su vida académica, sino también en su ejercicio profesional y su papel transformador en la comunidad.

“La generación de conocimiento es otro pilar fundamental de la universidad. La investigación científica tiene la responsabilidad de explicar y entender fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales para ofrecer alternativas y soluciones concretas. Es necesario romper con la idea de que el saber solo pertenece a los círculos académicos y, en cambio, fomentar la colaboración con actores externos. El enfoque de investigación y acción participativa permite que la academia dialogue con la colectividad y genere conocimiento útil para la transformación social”, puntualizó.

Por ello, las instituciones de educación superior deben consolidarse como espacios de formación integral, investigación transformadora y vinculación social. “Solo a través de un modelo educativo que combine competencia, conciencia, compasión y compromiso se podrá garantizar que las futuras generaciones sean agentes activos en la construcción de un mundo más justo, incluyente y sostenible”.

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