México atraviesa una de las peores crisis hídricas de su historia. La escasez de agua ya no es una amenaza futura: es una realidad urgente que afecta a millones de personas en todo el país. Presas al borde del colapso, ríos contaminados, acuíferos sobreexplotados y ciudades preparándose para cortes prolongados de suministro son hoy parte del panorama nacional.
Las cifras son alarmantes. De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el 70% del agua superficial de México presenta algún grado de contaminación, y más del 60% de los acuíferos están sobreexplotados. En zonas urbanas como Monterrey o la Zona Metropolitana del Valle de México, los cortes de agua son cada vez más frecuentes, mientras que la sequía prolongada afecta ya al 85% del territorio nacional.
A estos datos se suman problemas estructurales que agravan la crisis: una gestión ineficiente del recurso, falta de inversión en infraestructura, saqueo hídrico por parte de grandes industrias y ausencia de una planificación hídrica a largo plazo. Cerca del 40% del agua potable se pierde a diario debido a fugas en redes de distribución obsoletas. Es decir, por cada 10 litros de agua extraídos y tratados, 4 se desperdician antes de llegar a los hogares.
Además, grandes empresas del sector cervecero, refresquero, minero y agrícola concentran gran parte del consumo nacional, muchas veces con concesiones poco transparentes y a costos simbólicos. En contraste, millones de personas en comunidades rurales y urbanas marginadas sobreviven con menos de 50 litros de agua por día, muy por debajo del mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (100 litros diarios por persona).
En este contexto, los próximos días 3 y 4 de junio se llevará a cabo el Foro «Agua, Biodiversidad y Clima para México» (El ABC para México) en el Papalote Museo del Niño, en la Ciudad de México. Este espacio reunirá a especialistas, representantes del gobierno, empresas y sociedad civil en un llamado urgente a la acción ante los efectos del cambio climático.
Uno de los temas centrales será el estado del sistema hídrico nacional y la necesidad de una nueva gobernanza del agua, con enfoque en sostenibilidad, equidad y justicia ambiental.
La pregunta es clara y urgente: ¿cuánta agua nos queda realmente? La respuesta no solo depende de las estadísticas, sino de las decisiones que tomemos hoy.