La discriminación en la infancia puede escalar hacia formas más graves de violencia y ponen en riesgo la vida de niñas y niños. Según UNISEF, cada 4 minutos un niño o niña muere en el mundo como resultado de un acto de violencia.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022, el 19.4% de niñas y niños de 9 a 11 años reportaron haber sido discriminados por sus compañeros en la escuela durante los últimos 12 meses. Los principales motivos incluyen la apariencia física, la forma de vestir, el tono de piel, la condición socioeconómica, la discapacidad y la orientación sexual.
Junto con la discriminación en el entorno escolar, la violencia familiar es otro riesgo latente. Así lo refiere el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED), debido a que el 75.78 por ciento de las lesiones a menores de 18 años, ocurrieron en el hogar, y en el 73.29% de los casos, la persona responsable tiene algún parentesco con la víctima.
A pesar de la existencia de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que establece el derecho a no ser discriminados por origen étnico, género, condición económica, discapacidad, entre otros factores, persisten desafíos en su implementación efectiva, explicó Gerardo Sánchez Guadarrama, periodista especializado en Derechos Humanos.
Sobreviviente a Circunstancias Adversas de la Infancia
Ser Sobreviviente a Circunstancias Adversas de la Infancia significa haber vivido experiencias potencialmente traumáticas o altamente estresantes durante los primeros años de vida (infancia y adolescencia). Este concepto se reconoce ampliamente en los ámbitos de la psicología, la salud pública y los derechos humanos; el término en inglés ACEs (Adverse Childhood Experiences), se relaciona con eventos negativos graves que impactan en el desarrollo saludable de la niñez. Ser sobreviviente de estas experiencias implica un riesgo mayor de problemas de salud física, mental, escolar y social si no se interviene adecuadamente, puede generar estrés tóxico, inseguridad crónica, pérdida de autoestima y, en casos graves, conducir a autolesiones, trastornos mentales o suicidio.
De acuerdo con el informe Harvard Center on the Developing Child (2020) el estrés crónico derivado de la discriminación puede ser tan dañino como el abuso físico, ya que afecta el desarrollo del cerebro infantil, especialmente en las zonas asociadas con el manejo de emociones y el aprendizaje, por lo que en la vida adulta quedan secuelas y consecuencias físicas, emocionales o sociales que pueden ser duraderas. Por ello, reconocer la discriminación como una ACE es clave para su prevención, detección temprana y reparación, la discriminación es considerada una ACE cuando es persistente, sistemática y se sufre en una etapa vulnerable de la niñez.
Desafortunadamente, la discriminación puede representar entre el 15 y el 30 por ciento de los casos de experiencias adversas, esto depende del contexto socioeconómico y étnico, según el Child Trends Report (USA) de 2022, la discriminación racial o étnica es reportada como ACE por el 25% de adolescentes afroamericanos y latinos, refirió Sánchez Guadarrama.
“Las ACE’s más comunes, además de la discriminación, son el abuso, ya sea físico, emocional y/o sexual; la negligencia física por falta de alimento, salud, vivienda; o emocional por falta de cuidado, atención y afecto. Destacan también la violencia en el entorno, ya sea por presenciar violencia doméstica, convivir en entornos comunitarios violentos como narco-violencia o pandillas. La disfunción familiar por separación conflictiva de padres, presencia de adicciones o enfermedades mentales en cuidadores o encarcelamiento de un familiar,” puntualizó Gerardo Sánchez Guadarrama.
La discriminación infantil tiene un impacto en la vida adulta, la infancia es una etapa formativa en la que el entorno moldea las posibilidades futuras. Las niñas y niños que son discriminados tienen hasta 4 veces más probabilidades de desarrollar depresión o ansiedad crónica en la adultez. Asimismo, tienen menores oportunidades educativas y laborales.
El impacto en la autoestima, el sentido de pertenencia y la motivación se manifiesta en bajo rendimiento escolar, lo que a su vez reduce sus posibilidades de acceder a educación superior. De igual manera, las experiencias tempranas de exclusión se traducen en dificultades para establecer relaciones de confianza, cooperación y empatía en la adultez. Hay una mayor prevalencia de aislamiento social, violencia intrafamiliar o vínculos tóxicos en adultos que fueron discriminados en la niñez.
“Peor aún, existe una probabilidad significativamente mayor de vivir en condiciones de pobreza en la adultez. De acuerdo con el informe del Harvard Center on the Developing Child, los niños que sufren discriminación o exclusión tienen mayor riesgo de pobreza y marginación,” dijo el experto.
Un niño o niña que no experimenta discriminación, tiene hasta 30 por ciento más probabilidades de concluir sus estudios básicos; entre 20 y 40 por ciento menos riesgo de desarrollar problemas de salud mental; y una mejor capacidad de desarrollar pensamiento crítico, empatía y creatividad. Contrario a un Sobreviviente de Circunstancias Adversas de la Infancia, cuyos ingresos son entre 20 y 25 por ciento menos que sus pares no discriminados (UNICEF, OCDE), además, tienen mayor propensión (hasta 3 veces) al desempleo o empleos informales (Banco Mundial), al mismo tiempo, tienen una reducción de 5 a 10 años en la expectativa de vida saludable (The Lancet, 2020) y mayor incidencia de enfermedades crónicas: obesidad, hipertensión, adicciones.
Es imperativo que las autoridades, instituciones educativas, familias y sociedad en general trabajen de manera conjunta para erradicar la discriminación en la infancia, Al eliminar factores de riesgo asociados con la discriminación, como el aislamiento social y la falta de acceso a servicios de protección, se disminuye la vulnerabilidad de niñas y niños a situaciones de violencia extrema. Al fomentar entornos inclusivos y equitativos, no solo se promueve el desarrollo integral de la infancia, sino que también se contribuye a la construcción de sociedades más seguras y justas, destacó Gerardo Sánchez Guadarrama, periodista especializado en Derechos Humanos.